lunes, 7 de enero de 2008

LA HORA DEL PASTORCITO

En el asueto de Semana Santa, y durante muchos años, visitábamos a los tíos en la Quinta de Illa. En lo del tío Servando y tía Coca -donde disfrutábamos, como en las demás "casas", del entorno familiar campesino, transcurría, infaltablemente, una de nuestras jornadas.

Hijo de inmigrantes italianos, el tío Servando era un agricultor tenaz, orgulloso con razón de sus membrillales y de sus plantíos y cosechas varias y dueño, por lo demás, de un espíritu sagaz e inquieto. Gran lector, teníamos largas charlas, enriquecedoras para ambos, en las cuales conciliábamos, naturalmente, ilustración y experiencia.

Una tarde, en que una copiosa lluvia rayaba el paisaje, rubricada por zigzagueantes relámpagos que los truenos festejaban ruidosamente, acuñó la frase: - No te preocupes, aguardemos "la hora del pastorcito" y podrán regresar.

Y ante nuestra interrogante, nos contó: - Por furioso que sea el temporal, siempre hay una hora, por la tardecita, en que escampa y permite que el pastor guarde su rebaño.

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En la vida de las personas se dan también, como esas "tormentas" de que hablábamos y "por voluntad de la naturaleza" (como afirmaran Kunkel, Tiling y Guardini), períodos de crisis en que "se abandona lo viejo y nace lo nuevo". Lo mismo acontece con los pueblos y países, donde las crisis se suceden, aunque las más de las veces no sea por causas atribuibles a la naturaleza sino a los propios errores humanos. El reconocimiento de los mismos, "los pies en la tierra", la búsqueda de otras metas de superación y de progreso, a las que no deben ser ajenas, según la vigencia del pensamiento rodoniano "la iniciativa audaz, la genialidad innovadora" y el acompasarse a los nuevos tiempos, son algunos de los caminos que nos llevarán -cuando la necesitemos- a la tan ansiada "hora del pastorcito".

Gerardo Molina

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